El pie humano es una estructura asombrosa y compleja, que nos permite realizar una amplia gama de actividades físicas. Una de las variaciones más notables en la morfología del pie es la presencia de un arco plantar prominente, conocido como «pie cavo». Aunque este tipo de pie es menos común que el pie plano, puede causar problemas significativos y afectar la calidad de vida de quienes lo padecen.
El Pie Cavo: ¿Qué es?
El pie cavo se caracteriza por un arco plantar exagerado, lo que significa que la parte central del pie se eleva significativamente por encima del suelo, formando una curvatura demasiado pronunciada para producir un correcto reparto de cargas a nivel biomecánico. Esta condición puede ser congénita o adquirida y afecta tanto a adultos como a niños. La etiología del pie cavo puede ser difícil de localizar, ya que muchas veces es multifactorial, involucrando factores genéticos, neuromusculares, traumáticos, etc.
Problemas Asociados al Pie Cavo:
- Dolor: Las personas con pie cavo a menudo experimentan dolor en la parte anterior, posterior o lateral del pie debido a una distribución anormal de cargas. Esto produce un exceso de presión sobre el pie que, con el paso del tiempo, acabara provocando molestias al caminar, correr o incluso mantenerse de pie durante períodos relativamente largos.
- Inestabilidad: La excesiva curvatura del pie suele resultar en una menor estabilidad y capacidad propioceptiva. Debido a que los pacientes con esta condición no estabilizan correctamente y además sufren un reparto de cargas inadecuado, el pie cavo aumenta el riesgo de padecer lesiones de miembro inferior. Muchas veces encontraremos pacientes con dolor de cadera cuyo foco del trabajo deberá centrarse en el pie. También afecta de manera indirecta a la estabilidad la capacidad de movilidad de las articulaciones del pie. Un ejemplo claro lo veremos en los déficits de flexión dorsal que podemos encontrar en este tipo de pacientes, que nuevamente alteran la biomecánica del miembro inferior.
- Pérdida de fuerza: debido a que la posición anatómica del pie se ve alterada, la capacidad de generar torque de múltiples músculos propios del pie se verá afectada también. Además, la excesiva curvatura del arco puede hacer que los huesos del pie se coloquen en una posición menos óptima para la función muscular y la transimisión de fuerzas en múltiples direcciones. La debilidad de los músculos intrínsecos puede dar lugar a un desbalance muscular entre los músculos extrínsecos y los músculos intrínsecos del pie. Esto puede aumentar la probabilidad de lesiones y contribuir a la pérdida de fuerza debido, una vez más, a una distribución inadecuada de la carga.
Tratamiento
Un trabajo en colaboración entre el fisioterapeuta y el podólogo será clave en el correcto desarrollo de esta patología.
Plantillas ortopédicas
Sirven como medio para paliar la condición y el dolor, aportando puntos de apoyo que facilitan la transmisión de cargas axiales. En niños pueden servir como medio correctivo debido a que sus huesos están en desarrollo, pero en adultos no.
Fisioterapia
El fortalecimiento será clave para llevar a buen término la rehabilitación de este tipo de pacientes. Es fundamental realizar una valoración exhaustiva y fortalecer aquella musculatura que no esté trabajando adecuadamente. En este sentido, un trabajo específico de coordinación inter e intramuscular será especialmente importante.
El trabajo con técnicas manuales es útil para paliar el dolor y flexibilizar el tejido, pero en ningún caso debe ser la guía base del tratamiento.